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miércoles, 16 de junio de 2010

El liderazgo político como promesa y como farsa: ¿Por qué la política es antropomórfica?



¿Por qué la política es antropomórfica? Es la pregunta que trató de responder en este post. He tratado de resumir las causales para la antropomorfización de la política en 4 factores.

1º Identificación de las acciones del político con virtudes (o vicios) con el político mismo. La política es deliberación, decisión y acción. El político delibera, decide y hace y en ese deliberar, decidir y hacer transmite valores que pueden ser sopesado por la militancia de su partido o por la ciudadanía. Por ejemplo, hace unas semanas el congresista de Acción Popular Víctor Andrés García Belaunde tildó de “indignos” a los congresistas apristas por obstaculizar la elección de los miembros del Tribunal Constitucional. El presidente de Congreso pidió el retiro de esas palabras. García Belaunde no las retiró y se reafirmó en ello. Una parte de la ciudadanía respalda lo dicho por el congresista de Acción Popular, y el congresista avanza en su pretensión de ser el próximo Presidente del Congreso de la República. Las acciones de los políticos transmiten valores. Lo que hace, lo que dice es lo que es el político para los ciudadanos. Si lo que hace o dice el político transmite sinceridad, oportunismo o cinismo eso es parte de la subjetividad de la ciudadanía.

Los valores de un buen político o de un político ideal forma parte de la cultura política de la sociedad en cuestión, y son percibidos en las acciones y decisiones de los políticos. Si un político hace cosas que son percibidas como inteligentes, audaces u honestos entonces el político será asociado a estas virtudes, y tendremos un político percibido como inteligente, audaz y honesto. Este es uno de los factores de la antropomorfización de la política: la identificación de las acciones del político con virtudes (o vicios) con el político mismo.

2º La política como búsqueda del bien común. El segundo factor para la antropomorfización de la política tendría que ver con la política como una forma de esforzarse por la consecución del bien común. El gobierno está relacionado a la búsqueda del bien común de la sociedad y para alcanzar este bien común se hace necesario que los políticos estén relacionados a los valores que hacen posible el buen gobierno: el valor, la inteligencia, la honestidad, la frugalidad, el trabajo, el don de mando, el carisma, la sencillez, el donde la palabra, la audacia, la gallardía, etc. Son estos valores percibidos como positivos pues hacen posible la preservación de la vida, de las libertades, de la equidad, la justicia.

El racionamiento implícito es el siguiente: una persona justa hará cosas justas, un hombre honesto hará cosas honestas, una mujer inteligente hará cosas inteligentes, etc. Y todos estas virtudes son buenas para un buen gobierno.

3º liderazgo político en un contexto de incertidumbre. El liderazgo político significa capacidad de una persona de ser depositario de la confianza política de un sector de la población. Su indicador neto es su intención de voto para el máximo cargo en su jurisdicción.

Sucede que en los países como el Perú los políticos se postulan a cargos públicos por intermedio de partidos. Son los partidos quienes postulan candidatos. Los políticos por sí solos no pueden postularse si no es presentado y avalado por un partido.

Pero la complejidad de las situaciones que se presentan generan una incertidumbre permanente y se hace necesario muchas decisiones que no pueden ser acordadas por los partidos de los políticos. Son los políticos mismos los que tienen que decidir una vez en el gobierno, no los partidos. Esto hace necesario que sea el político el que garantice las virtudes que el buen gobierno necesite incluyendo el que no sea maniatado por un ente burocrático como los partidos.

4º Liderazgo como promesa y liderazgo como farsa. Un liderazgo siempre es una promesa. Una promesa futura de incentivos en quienes lo sustentan. Y una promesa siempre está referida al futuro. Por eso un líder tiene que tener cualidades personales que hagan creíble lo que implícitamente promete. Todos los que se aúnan a un líder esperan la materialización de esa promesa, y esa promesa es mejor si puede ser expresada, resaltada públicamente, desarrollada con la contribución de muchos, y haya un contexto y recursos (de todo tipo) suficientes para materializar tal promesa.

Un liderazgo real expande sus metas personales a metas partidarias e incluso a metas nacionales cuando el proyecto personal se confunde con necesidades del partido y del país, sinergéticamente. A esa escala puede atraer personas que apuesten por ese liderazgo. Y esas personas son la fuerza que necesita ese liderazgo para las actividades propias de la construcción de un proyecto. Inteligencia, sabiduría, fuerza, virilidad, audacia, carisma, expresividad… y un don propio de los favorecidos por Dios, hacen posible los liderazgos fuertes. Todo liderazgo, empero, siempre es el desarrollo de una promesa y de una farsa. Una promesa y una farsa combinadas inteligentemente, hilvanadas como filigrana en un contexto concreto del cual se alimenta.
El liderazgo es una farsa en tanto la persona situada en un contexto determinado por fuerza está influida por una serie de razones, motivos, circunstancias, y éstos siempre son contradictorias en una sociedad compleja como la actual. Y sin embargo, el político está obligado a guardar una suficiente coherencia política que garantice su accionar en el gobierno. Pero sucede que las contradicciones sociales son también expresadas en contradicciones personales, de opinión, de posición del político. Y salvo algunas grandes ideas el político tiene espacio suficiente para acomodarse a la opinión de la gente ya sea como candidato ya sea como gobierno. En realidad una persona con ideas fijas o totalmente coherentes es un mito. Cuando alguien dice “yo digo lo que pienso” no dice verdad, pues lo que piensa no sólo siempre será mucho más de lo que diga sino que no siempre serán coherentes unos pensamientos respecto de otros. En realidad la complejidad de la vida social se refleja en contradicciones casi en todo los temas debatibles. Salvo algunos dogmas, todo lo demás tiene espacio para la heterodoxia, la teatralización y la utilización del lenguaje. Una persona que “dice lo que piensa” es un mito.
Y sin embargo el político tiene que guardar coherencia, algo muy pero muy difícil y no se necesita hacer mucha memoria para encontrar contradicciones en los políticos más virtuosos de la política nacional. Entre los de antes y los de ahora. No sólo la honestidad sino una buena memoria y una inteligencia aguileña pueden, con esfuerzo, hacer aparecer a un político como coherente. Por eso es que un liderazgo político siempre será una promesa y a la vez una farsa.
Saludos
Edson Baldeón
@ Todos los derechos reservados

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante artículo, uno de los análisis más objetivos que he leído sobre el señor Humala.

Aunque difiero en 2 cosas muy puntuales:

Primero, el discurso que apela al odio y resentimiento no es patrimonio de los marginados o de la izquierda, basta con leer la sección política en cualquier diario online. No creo que la gente con conexión privada a internet o el tiempo libre suficiente como para hacer comentarios desde la comodidad de su oficina califiquen como marginados.

Segundo, "neoliberal" es una palabra cargada políticamente (ninguna escuela de pensamiento económico la reconoce como una escuela auténtica) que creo debe ser mejor definida para efectos de un análisis correcto. Tampoco me parece apropiado el endilgarle al "discurso neoliberal" la potestad para alienar a la gente por sí mismo, al punto que no dejarlos expresarse sobre su situación.

Saludos.